Recuerdo la noche cuando descubrí que mi casa estaba embrujada.
Yo estaba en mi oficina trabajando tarde y a las 10 p.m. subí las escaleras para preparar una hamburguesa. Mientras la hamburguesa estaba en la estufa, fui a la alacena a conseguir la cátsup. No estaba sobre la repisa más alta, que es en donde guardamos todas las especias y salsas. Nosotros habíamos comprado una botella de cátsup grande hace apenas dos días; entonces, pensé que tal vez estaba escondida detrás de unas repisas en la parte baja. Me agache y escombre aquellas repisas. No había cátsup.
Finalmente, después de unos minutes de búsqueda frustrada, apague las luces y camine hace la sala en donde se encontraba mi esposa leyendo un libro.
“Hey, Doris,” dije. ¿Dónde está la cátsup?
“En la alacena”, ella respondió.
“No, no está ahí. Acabo de buscar”
“Sí, sí esta. ¿Quieres que la busque?”
“No, no quiero que la encuentres. Ya te dije que no está ahí, pero buscaré de nuevo”
Una vez más entre a la alacena. Encendí las luces y en el centro frontal de la segunda repisa, se encontraba una botella grande de cátsup.
El pelo de mi cuello se hizo chinito. “Oh, ¡Dios mío! ESTOY VIVIENDO EN UNA CASA EMBRUJADA”.
Alguna presencia misteriosa vive en mi casa y mueve cosas de un lugar a otro.
La siguiente semana caminé precavidamente en mi casa, esperando a que la presencia fantasmal ocurriera de nuevo. Pero curiosamente, nada ocurrió.
FINALMENTE, una mañana me desperté con la respuesta. Supe lo que había ocurrido. Tenía una expectativa de que la cátsup estuviera en la repisa más alta o detrás de algunas de las otras repisas. No esperaba que la cátsup estuviera en la parte frontal de la segunda repisa. Mientras que mi ojo veía la botella, mi cerebro no lo registraba. Fue entonces cuando empecé a entender que mis expectativas pueden prevenirme de ver objetos físicos y oportunidades que se encuentran debajo de mi nariz.
Ahora, bajo mis expectativas porque le dan estructura y predictibilidad a mi vida. Si te mando un correo electrónico, espero que el Internet lo mande. Si llamo a un plomero que repare una fuga, espero que sepa lo que está haciendo. Y si llego a un crucero y el semáforo esta en luz verde, espero que los coches con el semáforo rojo se paren y me dejen pasar.
Pero, esta próxima historia te ejemplificará que hay una diferencia entre tener expectativas y permitir que tu vida sea llevada a cabo por tus expectativas.
Cuando lo haces, estas regalando tu poder a otra gente y a otras circunstancias.
¿Cómo perdí una gran oportunidad?
Cuando estaba en la secundaria, era el admirador secreto de una carismática muchacha pelirroja llamada Carole. Ella era hermosa, muy inteligente, una gran atleta y muy popular.
“¿La invitaste a salir?” te preguntas.
“Mmm, no”.
¿Por qué no?
Porque no esperaba que ella saliera conmigo. Después de todo, ella era muy popular y yo era un muchacho ordinario y muy penoso.
Después de 5 años, me encontraba en una fiesta en la ciudad de Nueva York, y ¿quién crees que entro al departamento? Carole, mi amor platónico de la secundaria. En ese tiempo, ya había superado de sobremanera mi timidez con las muchachas, entonces decidí acercarme y platicar con ella. Durante nuestra conversación le dije, “Carole, tengo una confesión que hacerte. Cuando íbamos en la secundaria, me gustabas mucho”. Ella me sorprendió con su respuesta: “Te me hacías guapo”, ella dijo, “Me hubieras invitado a salir”.
¡CUATRO AÑOS DE LA SECUNDARIA TIRADOS AL CAÑO!
Era un ejemplo perfecto de cómo regalé mi poder y dejé que mis expectativas controlaran mi vida.
No tiene que ser de esa manera si dejas de regalar tu poder a otros, si dejas de basar tu autoestima en la aprobación de otros, o si eres o no exitoso. Puedes mantener tu poder, motivación y confianza aunque las circunstancias no te favorezcan.
Eso seguramente no era lo que yo hacía. Estaba tan hambreado de la aceptación y validación de otros que me convertí en un adicto a la aprobación. Dejé que las circunstancias y la aprobación de otros determinaran mi bienestar. Cuando ellos lo hacían, me sentía validado y cuando no lo hacían, mi autoestima bajaba; entonces, generalmente, la jugaba de manera segura y ni siquiera lo intentaba.
El hombre que nunca se daba por vencido
Si quieres mantener tu poder, sin importar cómo estén saliendo las cosas, el truco está en no dejar que tus expectativas sean el recurso de tu motivación. Mejor, basa tus motivaciones en tus intenciones.
Thomas Edison fue un hombre cuyas expectativas nunca eran alcanzadas y, ten por seguro que, vivió una vida de decepción total. De manera contraria, Edison fue el inventor más grande de América. Durante su vida, él patento 1,093 inventos, muchos más que los próximos mencionados inventores combinados.
En 1878, Edison creó un prototipo de foco de luz incandescente. Consistía en una tira delgada de papel adjunto a cables en ambos lados y sellados adentro de un foco de vidrio. Cuando la electricidad corría atreves de los cables en el filamento del papel, se calentaba, y encendía. ¡Voila! Luz. Solo había un problema: el papel se quemaba en segundos. Claramente, no fue un producto comercial exitoso. Edison buscó un material para que el filamento pudiera quemarse de manera lúcida y suficientemente y que pudiera ser comercialmente viable. Buscó por todo el mundo algún tipo de material que pudiera funcionar. Probó filamentos hechos de todas las plantas que pudieras imaginarte: caoba, cedro, madera de boj, bamboo, linaza, nogal americano. Les escribió a los biólogos quienes le mandaron fibras de plantas de lugares exóticos como los trópicos y hasta probó un cabello de la barba de su asistente de laboratorio. Nada funcionó. ¿Sabes cuantos materiales diferentes Edison probó hasta encontrar algo que funcionara? Más de 6,000.
Eran 6,000 expectativas continuas que no eran alcanzadas. 6,000 fracasos seguidos hasta que encontró que un hilo de algodón carbonizado iba a alcanzar sus requerimientos.
¿Qué era lo que hacía que Edison siguiera?
Dos cosas. Cosa número uno, Edison disfrutaba lo que hacía. A él le gustaba estar en el laboratorio conduciendo experimentos. De igual manera, Edison no era regido por sus expectativas. Ciertamente, el tenía expectativas, pero cuando algo no funcionaba, él simplemente decía, “Ahora sabemos un poco más sobre el problema”. Aunque los experimentos no funcionaran, Edison los tomaba como una experiencia útil.
Sé lo que estás pensando: “Qué bueno, pero yo no soy Edison, no me estoy dedicando totalmente a solo un propósito en mi vida. ¿Cómo puede aplicar todo esto para mí?”
Probablemente, será más fácil identificarte con la siguiente historia :
Siempre la llamaban “Hey, estúpida”
Ella era una niña quien creció en la comunidad provincial de Palo Alto en el sur de San Francisco. Ella era una niña bonita, pero nadie pensaba que era particularmente inteligente. De hecho, sus dos hermanas siempre se dirigían a ella como “Hey, estúpida”. Sin embargo, era concienzuda y muy trabajadora. A la edad de 14 años trabajó medio tiempo en Mervyn´s, una cadena de ropa y su supervisora le gustaba mucho como trabajaba, así que el siguiente año la ascendieron a subgerente. Pero ella no era popular en la escuela. En su último año, su cara bonita la llevó a ser elegida como reina del fútbol, irónicamente, no podía encontrar a alguien que quisiera llevarla al partido.
No fue a la Universidad. Un año después, conoció a un estudiante graduado de la Universidad de Stanford. Se enamoraron y se casaron. Casi podrías escribir el escenario: chica bonita se casa, vive en una linda casa en los suburbios con dos autos y perro. Cría unos cuantos niños, carnes asadas los fines de semana, se une al club deportivo y se convierte en una mama de football.
Lo esperarías de dicha manera, pero eso no sucedió. A esta muchacha le fascinaba hornear. Específicamente, amaba hornear galletas con chispas de chocolate. Un día tuvo una lluvia de ideas y se dijo a sí misma, “Abriré una tienda de galletas”. Salió a buscar un préstamo al banco a pesar de ser joven y relativamente inexperimentada y sin tener dinero propio para poder invertir no la hizo atractiva a las organizaciones prestamistas. Recibía rechazos una tras otra. Pero ella QUERÍA abrir una tienda de galletas. Esa era su intención. Entonces siguió buscando. Finalmente, encontró un banco que aceptó prestarle dinero, pero con una tasa de interés de 21%.
El día de la inauguración se acercó y a medio día, ella no había hecho una sola venta. ¿Decepcionante? Claro que era decepcionante. Pero ella tenía una intención clara de vender galletas y hacer que funcionara. Entonces, después de la comida, sirvió un plato lleno de galletas y caminó hacia abajo y hacia arriba de la avenida central de Palo Alto, repartiendo muestras gratis. Al final del día, ella había vendido $75 dólares de galletas.
En caso de que no sepas, estoy hablado de Debby Fields quien tiene una cadena de 600 tiendas de Mrs. Fields Cookies el cual tiene más de $400 millones en ventas por año.
Hay un número infinito de historias como esta, historias de gente que no tuvo la necesidad de empujarse hacia adelante y lo hizo. Personas como Michael Jordan quien fue despedido de su equipo de básquetbol en la secundaria.
Personas como Leonard Nimoy (Dr. Spock), quien mandó su primer libro infantil a más de 24 editoriales antes de encontrar uno quien lo publicara. (Hoy en día, existen más de 100 millones de sus libros impresos).
Todos estos individuos salieron adelante y fueron exitoso primordialmente por una cosa: tenían una intención clara, y se comprometieron a esa intención como su prioridad número uno.
Si eres una persona que tartamudea, es muy fácil posicionar tus intenciones después de tus expectativas. Si yo hablara en una situación y la bloqueara, evitaría hablar en esa situación de nuevo. Si yo dijera algo y pareciera raro o tonto, lo tendría presente una y otra y otra y otra y otra vez en mi mente, tratando de hacerlo correcto (por supuesto, nunca podría). Terminaría flagelándome y sintiéndome mal. Generalmente eso mataba mi autoestima. Pero en los últimos años, he estado siguiendo una estrategia que funciona tan bien que me arrepiento no haber llegado a eso antes.
¿Mi remedio? Asegurarme de darme una gratificación cuando sigo mis intenciones, pase lo que pase con mis resultados. Hay una manera real en como lo hago: Tenemos una heladería que tiene el mejor helado de moka fudge a nivel mundial en mi vecindario. Cuando hago algo particularmente difícil, especialmente algo que no funcionó, me hago dos preguntas: (1) ¿Cuál fue mi intención? y (2) ¿Seguí mis intenciones? Si las define y seguí mis intenciones, entonces me recompenso con una bola grande de helado de Moka fudge ¡sin importar como resultó la situación! Y mientras lo como, me aseguro de recordarme porque conseguí esta recompensa. Nada más de repetirlo es extremadamente importante. No tienes que comprarte un regalo o subirle a la comida, pero si algún reconocimiento tangible de lo que has hecho ayuda a tu psique reconocer que has tomado acción.
También sigo el ejemplo de Thomas Edison. Si mis esfuerzos no son exitosos, me digo a mi mismo, “Bueno, ya sé un poco más sobre el problema”.
Reconocimientos tangibles más la oportunidad de aprender algo valorable es una propuesta de no perder.
Me gustaría concluir con una historia del mundo animal que ilustra qué tan poderosas son tus expectativas y cómo pueden moldear tus percepciones.
Un investigador biólogo tenía un tanque grande de agua en su laboratorio separado en dos partes por un separador de vidrio. Un día puso un róbalo grande en un lado y en el otro, metió peces pequeños de agua dulce.
Por una semana completa, el róbalo pegaba contra el separador de vidrio tratando de comerse a los peces de agua dulce pero no tuvo suerte.
La semana siguiente, seguía intentando, pero durante la semana progresaba, el róbalo poco a poco fue perdiendo el interés. Sabía que los peces de agua dulce estaban fuera de su alcance. A la tercera semana, el róbalo dejo de intentar por completo. Posteriormente el científico removió el vidrio. Crees que el róbalo se dijo, “vamos al ataque, ¡finalmente puedo comerme a esos pescados!”. No lo hizo. De hecho, los pescados hasta nadaron alrededor de su boca y el róbalo no les puso atención. Después de todo, el róbalo había encontrado lo que era posible y lo que no era posible.
¿Esto suena como tú? Permites que tus expectativas controlen tu vida. Dejas pasar aunque veas las oportunidades nadando alrededor de ti porque sabes que no puedes hablar fluidamente en situaciones particulares. ¿Sabes que alguien no aprobará lo que haces por lo tanto no lo haces? Has de estar respondiendo como el róbalo.
Si, por el otro lado, te enfocas en tus intenciones, en vez de tus expectativas y permites que tus intenciones rijan tu vida, descubrirás que todas esas cosas que dices y que has estado buscando han estado ahí siempre, así como la botella de cátsup. Debajo de tus narices.